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Prophet Royal Robertson, The Black Commander, 1993, felt-tip pen and ball point pen on cardboard, 50,3 x 37,4 cm. Courtesy Delmes & Zander |
"El arte rabioso y misógino de Royal Robertson, paranoico y profeta del apocalipsis
"No se admiten putas divorciadas". Uno de los carteles pintados a mano por el autoproclamado
Profeta Royal Robertson
(1936-1997) es decisivo en su incorrección para entender la obra
obsesiva de un creador que habitó la locura e hizo de ella el tema único
de su obra. Situado fuera de los movimientos académicos o de
vanguardia, el artista negro estadounidense construyó una crónica de la
rabia, la misoginia y la paranoia.
Convencido de que su exmujer, Adell Brent —que
lo dejó por otro tras 19 años de matrimonio y 11 hijos
a los que se llevó con ella— dirigía un complot conspirativo de alcance
mundial, Robertson, que se había ganado la vida como dibujante
ambulante de carteles comerciales, se encerró en sí mismo a partir de
1964, tras la separación, y se dedicó a pintar la crónica de sus
aberrantes visiones en la
casucha en la que vivía en Luisiana.
Arte en los márgenes
La exposición
God the Creator, Atomic Bombs and Crazy Adell (
Dios el Creador, bombas atómicas y la loca Adell), desde el 22 de enero al 5 de marzo en la galería
Delmes & Zander
de Berlín, un espacio dedicado al arte situado en los márgenes de los
postulados habituales o, como en este caso, claramente fuera de ellos,
presenta una selección de las obras proféticas y enloquecidas de un
pintor ensimismado en la paranoia, la misoginia, los viajes espaciales y
la creencia de que
el apocalipsis estaba tocando la puerta encarnado en Adell.
Los vecinos se quejaban de los ataques verbales a las mujeres que pasaban ante su chabola La etiqueta de
arte outsider —el firmado por creadores, a menudo
psicóticos, autistas o enfermos mentales, que no hacen ninguna concesión al público, la moda o el mercado y que
llevan la imaginación a extremos incómodos que las academias no tolerarían y ponen nervioso al observador— es totalmente de recibo en el caso del
Profeta
Roberston, sobre todo a partir de la ruptura del matrimonio. Los
vecinos se quejaban de su comportamiento y de los ataques verbales a las
mujeres que pasaban ante su chabola.
Murió a los 60 tras un ataque al corazón
En
algún momento se llegó a hablar de un diagnóstico: esquizofrenia
paranoide, pero nadie se hizo cargo del tratamiento y Roberston nunca
dispuso de medios —probablemente tampoco de ganas o voluntad— para
ponerse en manos de los médicos o las soluciones químicas. Su terapia
era la pintura y a ella se dedicó con febril y obsesiva intensidad hasta
que murió a los 60 años tras sufrir un ataque al corazón. Nunca hizo daño a nadie más allá de unos cuantos aullidos malsonantes y descorteses.
Advertencias sobre los peligros del adulterio y la fornicación
La exposición muestra varias decenas de carteles y pinturas que
Roberston producía con una premura machacona con los materiales que
tenía a mano, encontraba o le regalaban: como soporte usaba cartulina,
papel o madera, y como materiales, rotuladores, témperas, lápices de colores, bolígrafos y purpurina.
Hay denuncias directas a la "traición de su esposa", visiones
alucinatorias sobre viajes espaciales, predicciones de un cercano
apocalipsis, citas bíblicas, advertencias sobre los peligros del
adulterio y la fornicación, arengas contra las "putas adúlteras", las
"cónyuges infieles", las "rameras" y los "hijos bastardos que han
perdido el orgullo"...
Cabaña arrasada por el Huracán Andrew
La
rabia misógina de Robertson fue el centro de una prolija narración de
centenares de piezas que abarrotaban la cabaña y el patio de la pequeña
propiedad. Cada centímetro del interior estaba cubierto por escenas
vitales, casi todas interpretaciones autobiográficas y lamentos sobre
las "traiciones" de la exesposa. Robertson, que
firmaba las obras como Profeta o Patriarca, no dejaba entrar a cualquiera en el lugar, que consideraba un "santuario". En 1992 el
Huracán Andrew
arrasó el lugar y, aunque varios coleccionistas ayudaron en los
trabajos de recuperación, muchas de las obras se perdieron para siempre.
Seres divinos, extraterrestres, monstruos con parecido a Godzilla y templos futuristas
Las piezas más llamativas no son las diatribas de tono bíblico, sino
los cuadros que representan el universo enigmático de un hombre con el
alma poblada por heridas pero la conciencia, en su opinión, sancionada
por dios. Algunos retratos son de una bella delicadeza
—parecen tableros de altares religiosos— y los paisajes, en los que
dominan extrañas combinaciones de amarillos, resultan cautivadores y
remiten a la ciencia ficción, con naves espaciales tripuladas
alternativamente por seres divinos o extraterrestres, monstruos con
parecido a Godzilla y templos de arquitectura futurista."
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